(Este es un sueño que no he podido olvidar en días, asi que lo escribiré para ver si asi 'desaparece' de mi mente, o quizás le
vea el sentido del sueño o no sé...)
~.~.~.~.~.~.~
Yo hacía un turno nocturno en una especie de clínica o UCI y de pronto llegaban tres jóvenes accidentados, al parecer, por causas automovilísticas.
Creo que eran dos hombres y una mujer.
Todos estaban muertos.
En el turno me acompañaba una compañera de carrera a la que aprecio mucho: Lilian. Su temperamento tranquilo y su similitud a mi hacía que esa noche yo me sintiera más confiada de mi proceder.
Sabía que estaban muertos pero de todos modos a un jóven yo lo examinaba.
Sus ojos color miel se grabaron en mi retina. Los tenía abiertos y muy fijos, sin embargo, no me inquietaban en lo más mínimo. Sentía algo especial en él...
De pronto sentí a través de mis manos su pecho y su corazón.
Latía.
Pero latía tan lento que me recordaba a los caballos, de esas con una sistolía tan larga que semejaba dos latidos en vez de uno. Yo le decía a mi compañera: "Está vivo!", pero en realidad no lo dije, solo la miré para transmitírselo y enseguida pensé: "Si lo revivo o lo trato de recuperar sus órganos quizás cómo queden...". "En estas condiciones de UCI no podrá quedar bien. Si lo intento... quizás quede tan mal que sea peor su vida...".
Bueno... después de algún lapsus dentro del sueño, yo volvía hacia los cuerpos.
Estaban congelados con una capa de hielo rugosa tipo escarcha a su alrededor. No formaban un bloque rectangular sino sólo un óvalo y sus rostros y cuerpos traslucían a través del hielo.
Estaban apilados uno sobre otro y por encima de todos, el jóven de ojos color miel.
Comenzaba a ponerlos en su atáud asi apilados, uno a uno los iba acomodando cuando de pronto me sentí atraída nuevamente por esa fija mirada. Esos ojos abiertos como si quisieran decir algo. De pronto comenzaron a asomar lágrimas y entonces comprendí que ya no estaba muerto.
No sé cómo fue al final que comprobé el estado de su corazón, pero la sensación fue como la de tener el corazón en la mano, suave, firme y no tan tibio como en real. Quería comprobar si estaba o no pseudomuerto.
Para mi sorpresa su corazón latía normal y muy rápido, sentía cómo se contraía en mi mano.
Entonces explamaba al fin:
"Está vivo!!!"
Pensaba que el hielo lo había conservado y 'recuperado'.
Me concentré en energía de Dios y pedí que mis manos llegaran a su corazón.
Puse las manos sobre su pecho y el hielo comenzaba a derretirse, eso me dejaba libre para sentir el retumbe de su pecho, ahora rápido y fuerte.
Latía sin parar.
Comenzó a toser y a pestañear.
Corrí donde mi admirable profe de Clínica Menor (en el sueño Dr. jefe de turno) y le explicaba todo, todo lo que había sucedido desde que llegaron ellos a esas camillas y entonces comenzó a llorar. Su rostro era de extrema tristeza y preocupación y la de una conciencia remecida.
Corrimos a verlo.
Estaba sentado, recostado en una gran cama, entrando aún en sí.
No tenía hielos y vestía ropas color café claro, al igual que su barba y pelo, tan concordantes con sus ojos miel.
Para mi sorpresa se sostenía de costado y desprovisto de sondas y conexión a monitores.
Simplemente estaba en una cama matrimonial y mi compañera amiga lo acompañaba esta vez.
La paz que sentí tras verlo bien, ya en cama y no congelado ni muerto dentro de un ataúd, fue única...
Sentí alivio y profundo cariño por ese jóven y entre esa sensación cálida reconfortante recordaba de pronto que debía llamar a su madre para decirle que estaba de vuelta aunque sabía que lloraría y que conocería su dolor.
Entonces desperté.
vea el sentido del sueño o no sé...)
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Yo hacía un turno nocturno en una especie de clínica o UCI y de pronto llegaban tres jóvenes accidentados, al parecer, por causas automovilísticas.
Creo que eran dos hombres y una mujer.
Todos estaban muertos.
En el turno me acompañaba una compañera de carrera a la que aprecio mucho: Lilian. Su temperamento tranquilo y su similitud a mi hacía que esa noche yo me sintiera más confiada de mi proceder.
Sabía que estaban muertos pero de todos modos a un jóven yo lo examinaba.
Sus ojos color miel se grabaron en mi retina. Los tenía abiertos y muy fijos, sin embargo, no me inquietaban en lo más mínimo. Sentía algo especial en él...
De pronto sentí a través de mis manos su pecho y su corazón.
Latía.
Pero latía tan lento que me recordaba a los caballos, de esas con una sistolía tan larga que semejaba dos latidos en vez de uno. Yo le decía a mi compañera: "Está vivo!", pero en realidad no lo dije, solo la miré para transmitírselo y enseguida pensé: "Si lo revivo o lo trato de recuperar sus órganos quizás cómo queden...". "En estas condiciones de UCI no podrá quedar bien. Si lo intento... quizás quede tan mal que sea peor su vida...".
Bueno... después de algún lapsus dentro del sueño, yo volvía hacia los cuerpos.
Estaban congelados con una capa de hielo rugosa tipo escarcha a su alrededor. No formaban un bloque rectangular sino sólo un óvalo y sus rostros y cuerpos traslucían a través del hielo.
Estaban apilados uno sobre otro y por encima de todos, el jóven de ojos color miel.
Comenzaba a ponerlos en su atáud asi apilados, uno a uno los iba acomodando cuando de pronto me sentí atraída nuevamente por esa fija mirada. Esos ojos abiertos como si quisieran decir algo. De pronto comenzaron a asomar lágrimas y entonces comprendí que ya no estaba muerto.
No sé cómo fue al final que comprobé el estado de su corazón, pero la sensación fue como la de tener el corazón en la mano, suave, firme y no tan tibio como en real. Quería comprobar si estaba o no pseudomuerto.
Para mi sorpresa su corazón latía normal y muy rápido, sentía cómo se contraía en mi mano.
Entonces explamaba al fin:
"Está vivo!!!"
Pensaba que el hielo lo había conservado y 'recuperado'.
Me concentré en energía de Dios y pedí que mis manos llegaran a su corazón.
Puse las manos sobre su pecho y el hielo comenzaba a derretirse, eso me dejaba libre para sentir el retumbe de su pecho, ahora rápido y fuerte.
Latía sin parar.
Comenzó a toser y a pestañear.
Corrí donde mi admirable profe de Clínica Menor (en el sueño Dr. jefe de turno) y le explicaba todo, todo lo que había sucedido desde que llegaron ellos a esas camillas y entonces comenzó a llorar. Su rostro era de extrema tristeza y preocupación y la de una conciencia remecida.
Corrimos a verlo.
Estaba sentado, recostado en una gran cama, entrando aún en sí.
No tenía hielos y vestía ropas color café claro, al igual que su barba y pelo, tan concordantes con sus ojos miel.
Para mi sorpresa se sostenía de costado y desprovisto de sondas y conexión a monitores.
Simplemente estaba en una cama matrimonial y mi compañera amiga lo acompañaba esta vez.
La paz que sentí tras verlo bien, ya en cama y no congelado ni muerto dentro de un ataúd, fue única...
Sentí alivio y profundo cariño por ese jóven y entre esa sensación cálida reconfortante recordaba de pronto que debía llamar a su madre para decirle que estaba de vuelta aunque sabía que lloraría y que conocería su dolor.
Entonces desperté.